Cuando
solo miramos lo que salta a la vista, puede que se nos escape lo
interesante. Esto fue lo que ocurrió cuando los primeros primatólogos
observaban a los babuinos. Los primatólogos que estudiaron a los
babuinos se encontraron en primer plano con las peleas y fanfarronadas
de los machos. Y en el mundo de la Guerra Fría, elaboraron una narrativa
según la cual la vida de los babuinos dependía de la organización
jerárquica de sus machos. De acuerdo con esta representación, los
babuinos macho eran animales tremendamente agresivos, que competían
entre ellos por las hembras, pero que se convertían en una tropa
disciplinada, en un ejército bien entrenado, cuando había que defender
al grupo.
Pero
lo que la primatóloga Thelma Rowell vio en la sabana no se parecía en
nada a esta imagen: los machos no eran ni tan agresivos ni tan buenos
soldados, y tampoco las hembras esperaban simplemente a que llegara su
príncipe azul. En caso de ataque, la estrategia era la de ‘sálvese quien
pueda’; y eran las relaciones entre las hembras, más bien, las que
daban estructura al grupo. Además estaban muy ocupadas consiguiendo
comida para su prole y cultivando las amistades que más les interesaban
para el futuro de sus retoños.
El
modelo militar de los babuinos se fue desmoronando. Jean Altmann,
Barbara Smuts y Shirley Strum desmontaron también otras creencias
arraigadas, como la de que los machos dominantes tienen prioridad en el
acceso a las hembras y por tanto, más hijos en el grupo. Realmente, el
más bravucón no era precisamente el que más ligaba. La discreción
parecía, por el contrario, ser una cualidad apreciada por las babuinas a
la hora de elegir con quien aparearse. Descubrir este nuevo mundo
babuino requería observar lo que estaba sucediendo en un segundo plano,
más allá de las ruidosas reyertas de los machos. Para ello, Jean Altmann
introdujo protocolos de observación sistemáticos que garantizaran que
todos los miembros del grupo, y no solo los que llamaban más la
atención, fueran observados.
Las
transformaciones que las primatólogas introdujeron en los métodos y los
marcos teóricos nos muestran que el punto de vista, la perspectiva,
importa. Como mujeres, y en un momento histórico de auge del movimiento
feminista, fueron capaces de identificar el sesgo que había estado
condicionando observaciones y teorías previas, según el cual los machos
de las especies son los individuos interesantes, y las hembras tienen
simplemente un papel reproductivo. Al visibilizar a las hembras,
iluminaron un enorme punto ciego en la primatología. Su perspectiva
parcial desveló la parcialidad de la perspectiva dominante, y el
resultado fue una ciencia más objetiva.
http://blogs.20minutos.es/ciencia-para-llevar-csic/2015/01/30/los-orgasmos-de-las-primates-y-los-prejuicios-de-la-ciencia/