viernes, 30 de septiembre de 2016

Babuinos. Sexo y prejuicio

Cuando solo miramos lo que salta a la vista, puede que se nos escape lo interesante. Esto fue lo que ocurrió cuando los primeros primatólogos observaban a los babuinos. Los primatólogos que estudiaron a los babuinos  se encontraron en primer plano con las peleas y fanfarronadas de los machos. Y en el mundo de la Guerra Fría, elaboraron una narrativa según la cual la vida de los babuinos dependía de la organización jerárquica de sus machos. De acuerdo con esta representación, los babuinos macho eran animales tremendamente agresivos, que competían entre ellos por las hembras, pero que se convertían en una tropa disciplinada, en un ejército bien entrenado, cuando había que defender al grupo.

Pero lo que la primatóloga Thelma Rowell vio en la sabana no se parecía en nada a esta imagen: los machos no eran ni tan agresivos ni tan buenos soldados, y tampoco las hembras esperaban simplemente a que llegara su príncipe azul. En caso de ataque, la estrategia era la de ‘sálvese quien pueda’; y eran las relaciones entre las hembras, más bien, las que daban estructura al grupo. Además estaban muy ocupadas consiguiendo comida para su prole y cultivando las amistades que más les interesaban para el futuro de sus retoños.

El modelo militar de los babuinos se fue desmoronando. Jean Altmann, Barbara Smuts y Shirley Strum desmontaron también otras creencias arraigadas, como la de que los machos dominantes tienen prioridad en el acceso a las hembras y por tanto, más hijos en el grupo. Realmente, el más bravucón no era precisamente el que más ligaba. La discreción parecía, por el  contrario, ser una cualidad apreciada por las babuinas a la hora de elegir con quien aparearse. Descubrir este nuevo mundo babuino requería observar lo que estaba sucediendo en un segundo plano, más allá de las ruidosas reyertas de los machos. Para ello, Jean Altmann introdujo protocolos de observación sistemáticos que garantizaran que todos los miembros del grupo, y no solo los que llamaban más la atención, fueran observados.

Las transformaciones que las primatólogas introdujeron en los métodos y los marcos teóricos nos muestran que el punto de vista, la perspectiva, importa. Como mujeres, y en un momento histórico de auge del movimiento feminista, fueron capaces de identificar el sesgo que había estado condicionando observaciones y teorías previas, según el cual los machos de las especies son los individuos interesantes, y las hembras tienen simplemente un papel reproductivo. Al visibilizar a las hembras, iluminaron un enorme punto ciego en la primatología. Su perspectiva parcial desveló la parcialidad de la perspectiva dominante, y el resultado fue una ciencia más objetiva.

http://blogs.20minutos.es/ciencia-para-llevar-csic/2015/01/30/los-orgasmos-de-las-primates-y-los-prejuicios-de-la-ciencia/